Hasta tácitamente culpabilizan a
los ciudadanos de equivocarse al depositar su voto, como si ese voto no fuese
fruto de la voluntad democrática.
¿Pero no entienden esos políticos,
que se creen de rancio abolengo, que los resultados de ayer es fruto de la
incompetencia, de la mentira, de la falsedad y de la falta de compromisos
reales?
¿Pero no entienden esos políticos,
que se creen de rancio abolengo, que a los ciudadanos nos generan confianza las
políticas cercanas a sus necesidades y que sean permeables a sus inquietudes?
¿Pero no entienden esos políticos,
que se creen de rancio abolengo, que la polarización basada en dogmatismos
ideológicos y en siglas genera rechazo social?
¿Pero no entienden esos políticos,
que se creen de rancio abolengo, y que ahora se quejan de el ascenso de
determinados partidos es fruto de la intransigencia basada en cordones
sanitarios y en el “no porque no”, es una plataforma promocional par
planteamientos radicales y populistas?
¿Pero no entienden esos políticos,
que se creen de rancio abolengo, que con esta actitud lejana de prepotencia de
clase, están poniendo en jaque la propia democracia?
Soy un socialdemócrata, hombre de
izquierdas, pero defensor del centralismo, que nada tiene que ver con el centrismo,
y por ello entiendo que ha llegado el momento de asumir compromisos basados en
acuerdos prácticos y posibles de aplicar, y creo que todos los partidos políticos
tienen propuestas puntuales que recogen las inquietudes de la ciudadanía.
La clase política actual debería
dejar de mirarse el “abolengo”, mostrar compromiso y responsabilidad, y dejar
de hacernos creer que son los únicos en posesión de la verdad suprema pues lo
que están mostrando es una caducidad propia de la ranciedad.
Como decía un político de
principios del siglo pasado, en política uno no puede ser antinada, y lo que
marca la pauta y a lo que esos políticos deben responder con toda la permeabilidad
posible, es a la voluntad de los ciudadanos.
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