Era mi cumpleaños y a pesar de que, tras ver la sesión de control al Gobierno las manos se me iban solas a la estilográfica para poner negro sobre blanco lo que sentía en aquel momento, decidí dedicar mi tiempo a responder personalmente a todas y cada una de los centenares de felicitaciones que recibía.
Pero tras leer la prensa diaria
no puedo dejar de retomar la idea inicial y poner al día mis reflexiones y
compartirlas a pesar del riesgo de que algunos me digan de todo, menos bonito.
Porque ayer en el Congreso, y siempre
generalizando, volví a sentir vergüenza de todo el arco parlamentario español,
tanto del Gobierno como de la oposición, pues parece que han olvidado que el
Congreso de los Diputados es la sede de la soberanía popular.
Allí, los 350 diputados, representan
a los más de 47 millones de españoles, con independencia de a quién han votado
o si los partidos a quienes lo hicieron obtuvieron representación parlamentaria,
y todos ellos tienen la obligación de entender, más allá de las urnas, cuáles
son las inquietudes de la ciudadanía, y ser permeables a ellas.
Pero ayer continuaron demostrando
que en su “trabajo diario” priman más los intereses de su propio electorado, en
muchos casos hasta mal interpretados, que los colectivos del conjunto de la
ciudadanía, teniendo bastante para su “ego” con un buen montón de aplausos de los
“suyos”, que es como decir de ellos mismos.
Que los “indultos” iban a centrar
el debate era de esperar, pero que después de que el Consejo de Ministros los
concediese, los argumentos para atacarlos o defenderlos fuesen los mismos podía
generar cierta frustración, más aún cuando todos los que intervinieron a favor
o en contra los utilizaban de manera mimética.
El Presidente del Gobierno no se
apartó del guion establecido sobre una supuesta concordia y convivencia, del
mismo modo que la oposición tampoco, y siguió denunciando que Sánchez había mentido,
y que su real objetivo es la permanencia en la Moncloa.
Lo lamentable es que después unos
y otros siguieron reincidiendo en lo mismo mediante sus acólitos, lanzándolos como
si de hordas desbocadas se tratara, no aportando nada nuevo, utilizando los
malos modos y el exabrupto tanto en preguntas como en respuestas, y obviando,
repito, que allí no están para representarse ellos mismos, sino a todos los ciudadanos.
Lo lamentable, en mi caso, es que
como persona de izquierdas me manifiesto en contra de los indultos, que es una
falacia esa concordia y esa convivencia con los que los quieren justificar, que
el que sean lícitos y potestad del Gobierno no implica que sean éticamente
legítimos, que me siento engañado por Pedro Sánchez y por el PSOE, y que ya
antes de otorgarlos sabía, como también lo sabía el Gobierno que, los
independentistas no iban a cejar en su empeño, como así lo han manifestado ya
al salir en libertad.
Claro, hacer estas reflexiones me
coloca, según el sectarismo del que hacen gala las huestes lanzadas por el
Gobierno, en el “bando” de la derecha reaccionaria, como si los indultos fuesen
hegemónicos de la izquierda.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada