Serán personalidades de relevancia, pero por muy
intelectuales que sean creo que no se enteran realmente de la situación que
estamos “sufriendo” en Catalunya, pues confundir negociación con diálogo es
caer en la perversidad sutil del discurso independentista.
Aluden a un conflicto entre dos partes, Catalunya y España,
cuando la realidad es que son una parte de catalanes los que, erigiéndose en una
representación de la sociedad catalana que no tienen, han creado un conflicto
artificial.
Aluden a una supuesta negativa del Estado a dialogar,
confundiendo negociación con diálogo, cuando la realidad es que, en líneas
generales y desde una reconocida pasividad en algunos momentos, el Estado se ha
negado a negociar lo que es innegociable y que para el independentismo es
irrenunciable.
No se puede obviar que el Gobierno español no puede
modificar unilateralmente la Constitución, esquivando los mecanismos que la
propia Constitución pone a disposición para poder ser modificada, lo que hace
inviable que se pueda tratar y llegar acuerdos sobre autodeterminación e
independencia.
Y aluden a la judicialización de ese “conflicto” político,
como si no tuviese especial relevancia el hecho de que se ha vulnerado la ley
mediante acciones que, en cualquier estado de derecho, deben ser llevadas ante
la justicia, como así se ha hecho.
Las declaraciones que ayer hizo el Vicepresident de la
Generalitat Pere Aragonés, las declaraciones del President de la Generalitat en
la sesión de control en el Parlament de Catalunya, y las intervenciones de los
portavoces de los dos partidos que sustentan el Gobierno, ERC i Junts, dejan
patente que el independentismo no tiene intención de entablar diálogo alguno
sino que pretende negociar de igual a igual, como si Catalunya no formase parte
del Estado español, la aceptación de un inexistente derecho de
autodeterminación que permita alcanzar una quimérica independencia, y la
impunidad y libertad de los políticos condenados y presos, negando la
separación de poderes.
Pero es que además lo hacen desde el chantaje y la
vulneración de derechos de los ciudadanos, sumiendo a la sociedad catalana en
un estado de violencia carente de sentido y sin justificación alguna.
Creo que poco contribuyen a restablecer la convivencia entre
una fracturada sociedad catalana los manifiestos y declaraciones de ciertas
personalidades que, amparándose en su reconocido intelectualismo, proyectan el relato
falaz del independentismo que, en absoluto, responde a la realidad.
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