Nunca he eludido mi deber de participar en unos comicios,
pues creo firmemente que votar es más un deber que un derecho.
Por eso cuando hoy un ciudadano, con el que he coincidido tomando
un café pero que no conocía de nada aunque él a mi sí, ante la situación
política actual y la próxima convocatoria electoral me preguntaba si el día 10 de
noviembre acudiría a las urnas y seguiría votando izquierdas (sabía de mi
posicionamiento socialdemócrata), la respuesta ha sido taxativa y contundente: SÍ,
acudiré a las urnas como he hecho siempre, pues no hacerlo significaría
traicionar la democracia por la que muchos batallamos.
La pregunta de a quién votaría, que he contestado sin
reparos, he querido argumentarla pues votar en niveles de coincidencia con los
programas electorales, como he hecho siempre, en estos comicios se me hace más
complicado, y aquellas opciones democráticas que antes no tenía en cuenta,
ahora adquieren relevancia.
El 10-N acudiremos a las urnas y podremos optar por alguna
de las candidaturas avaladas por loa partidos políticos que se presenten, o
bien podremos votar en blanco o provocar un voto nulo, o abstenernos y no ir a
votar. Cualquiera de las opciones es válida y legítima, y tan democrática una
como otra.
Como le decía al contertulio, yo el 10-N depositaré mi voto
en la urna que me corresponda, y lo seguiré haciendo por coincidencia con el
programa electoral que más se acerque a las políticas que yo crea defienden los
intereses de los ciudadanos, aunque debo reconocer que deberé hacer un gran esfuerzo
para que el tono de la campaña electoral, que promete ser barriobajero, así como los nombres que compongan las diferentes candidaturas no adquieran poco valor pues, de lo contrario, rechazaría cualquier candidatura integrada
por alguno de los 350 diputados que hoy forman parte de las Cortes Generales.