
Para poder adquirir la condición de diputado o senador, los
ciudadanos y ciudadanas elegidos es indispensable que prometan o juren acatar la Constitución, sin vericuetos i
frases añadidas que no tienen ningún sentido, como tampoco lo tendría el ”no”;
únicamente deben decir “sí juro o sí prometo.
Acompañados por golpes de reprobación, pero con el beneplácito
de los responsables de velar por la buena marcha de la sesión, parte de los
diputados y senadores se han permitido el lujo, en una clara demostración de
burla y escarnio hacia las instituciones donde reside la voluntad popular, de
prometer ser senador/diputado “por la república” (algo para muchos deseable
pero no contemplado en la Carta Magna); de prometer ser senador/diputado por la
libertad de “presos políticos” y por “los exiliados” (algo inexistente en una
democracia como la española); de prometer ser senador/diputado por el “espíritu
del 1 de Octubre (defendiendo la independencia efectiva); y de prometer ser senador/diputado
por “otro tipo de cuestiones” que nada tienen que ver con el real compromiso que
implica ejercer su nueva responsabilidad.
Hoy, siento decirlo, nos han tomado el pelo a todos los
españoles, pues el conjunto de los miembros de la Cámara Alta y la Cámara Baja han
permitido que se prometa la Constitución española, pero “poquito” como diría
Gila, y eso es burlarse del propio ejercicio de la democracia.
¿Con qué autoridad moral o legal puede exigirse a un
diputado/senador que no ha prometido respetar las “reglas del juego” de la democracia
española en forma de Constitución (pues lo ha hecho de manera espuria y engañosa),
si se le ha permitido engañar conscientemente a los más altos poderes del
Estado?
Espero que hoy no sea el espejo de la nueva legislatura.
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