Resulta que lo que yo creía legítimo y correcto es propio de
un fascista.
Porque según esos ictéricos advenedizos que han usurpado el
protagonismo social que no tienen, no creer -y manifestarlo con respeto- que la
independencia de Catalunya sea lo más positivo para los catalanes, es ser un
fascista.
Porque según esos ictéricos advenedizos que repudian el nacionalismo
español, sentirse simplemente catalán y cómodo en España rechazando cualquier
tipo de nacionalismo, es ser un fascista.
Porque según esos ictéricos advenedizos que se han adueñado
de nuestras ciudades apelando únicamente a su interés mediático, reclamar que el
espacio público no es propiedad de nadie por ser el lugar donde todos nos hemos
de sentir cómodos, es ser un fascista.
Porque según esos ictéricos advenedizos que se disfrazan de
defensores de la libertad, reclamar que el ejercicio de la libertad acaba
cuando comienza la del vecino, es ser un fascista.
De poco vale haber luchado por la libertad contra la dictadura
viviendo en la dictadura. Eso, según esos ictéricos advenedizos es ser
fascista.
De poco vale haber aportado pequeños granos de arena para dotarnos
de unas reglas de juego y así poder ejercer la democracia, pues según esos
ictéricos advenedizos es ser fascista.
Con 61 años y después de haber dedicado la mayor parte de mi
vida a la lucha por las libertades, unos ictéricos advenedizos que se han
despertado ahora de un ideológico letargo mórbido se atreven a tildarme alegre
y frívolamente de fascista.
Pues bien, ellos sabrán. Yo creía que ser fascista era ser
intolerante y amenazante, esconderse y desfilar ufano y con superioridad tras banderas
y simbología, mostrar “músculo” propio para compararlo con el del otro, hacer
ocupación de lo que no les corresponde ni pertenece, e imponer su ley cuando asumen
el poder político que no el social, que es simplemente la manera como están
actuando esos ictéricos personajes desde el desprecio, el menosprecio y el
ninguneo a aquellos que no pensamos como ellos.
Posiblemente algunos dirán, sobre todo esos ictéricos personajes,
que ya soy mayor y que eran otros tiempos, pero mis credenciales están ahí, y no
son otras que las del compromiso social de muchos años, ejercido y defendido (y
que seguiré defendiendo y ejerciendo) junto a muchos compañeros y compañeras
que de ese compromiso hemos hecho bandera, sin importarnos ideologías ni posicionamientos
personales, siempre y cuando la coincidencia esté en la defensa de la libertad y la
democracia.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada