
Pienso así que ese faraónico monumento debe ser el punto en
encuentro de todos, donde los posicionamientos ideológicos de hace más de 80
años y que la mayoría de españoles no vivimos (aunque muchos sufrimos la
consecuencias), deberían pasar a segundo plano, convirtiendo ese espacio en el
centro pedagógico de la concordia, sin vencedores ni vencidos, para que en un
futuro cercano podamos catalogar como lejana anécdota aquello de las dos Españas.
Ya manifesté mi desacuerdo en una ocasión cuando el sacar
los restos de Franco del valle de los Caídos se convirtió en un objetivo prioritario,
pues creo que no hay mayor “castigo” para Franco y sus seguidores que “quitarle”
todos los privilegios como cadáver, y ponerlo a la misma altura que aquellos a
los que por acción u omisión ajustició, dejándolo en compañía de todas estas miles
de víctimas para que puedan mantenerlo señalado durante toda la eternidad.
Porque además creo que flaco favor se hará para conseguir
pasar página y avanzar en dosis de concordia, que no olvidar, si contribuimos a
convertir otro punto de la geografía española donde se inhumaran los restos, en
un lugar de peregrinación n el que aquellos que añoran la falta de libertad de
esos años podrán reunirse para ensalzar la figura de Franco.
¿No sería mejor y más positivo dedicar totos los esfuerzos y
recursos en localizar, exhumar y dar sepultura a todas y todos los miles de
españoles que todavía hoy están en fosas comunes y cunetas, sin obligar a los
familiares a “mendigar” ayudas o a invertir recursos personales?
¿No sería lo más justo y gratificante para las familias de
los desaparecidos durante guerra y dictadura, que el Estado tomase la
iniciativa efectiva, y así permitir honrar los restos de sus seres queridos?
No soy conocedor de que nadie de mi familia esté desparecido
y que presumiblemente esté tendido en alguna cuneta o fosa común, pero sí
conozco a varios compañeros y amigos que están o han estado en esa dolorosa situación,
y me atrevería a afirmar que su prioridad es localizar a sus familiares para
darles sepultura, y no el ánimo de venganza contra los del “otro bando”.
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