Vista la proyección mediática del tema, así como las
declaraciones que durante estos últimos días están inundando redes y medios de
comunicación, parece que acoger a los 629 inmigrantes del Aquarius en el puerto
de Valencia sea un punto de inflexión
para que el problema interno que aqueja a personas de determinados países que
se ven obligadas a emigrar, vaya a entrar en vías de solución definitiva.
Creo que simplemente, dentro de la complejidad, se ha
afrontado una situación puntual que exigía medidas excepcionales por responder
a una urgencia humanitaria que debía atenderse obligatoriamente, a la que
España ha reaccionado con agilidad y que es de lo único de lo que podemos
sentir cierto orgullo.
No entiendo cómo se puede manifestar alegría o satisfacción
por acoger a 629 personas alardeando además de ello, cuando lo que deberíamos
sentir es una internacional vergüenza colectiva por nuestra incapacidad para aplicar
soluciones allá donde se origina el propio problema, pues poniendo parches posiblemente calmemos
nuestra conciencia, pero muy poco contribuimos a una solución efectiva sino que
a mi modesto entender, lo que hacemos es “enquistar el problema por
deslocalización”
Porque cabe preguntarse, ¿ahora qué?, pues estos 629
inmigrantes, al igual que los miles que huyen de la muerte y precariedad en sus
países o que aspiran legítimamente a una vida mejor y que acogemos por
cuestiones humanitarias -¡como debe ser!-, han pasado a estar bajo nuestra
responsabilidad, por lo que hemos adquirido el compromiso de darles lo medios
para conseguir su objetivo.
Según el Gobierno a los refugiados se les va a aplicar el
estatuto del refugiado, atendiendo sus necesidades básicas.
Como hecho excepcional, a los 629 inmigrantes, con estatus
de refugiado o no, se les ha concedido un permiso temporal de residencia de 30
ó 45 días, para después aplicarles la legislación vigente.
Por eso mi reflexión es una pregunta sencilla después de
acogerlos, con bombo y platillo, de manera harto farisaica. ¿Después qué?. ¿Nos
lavamos las manos y los abandonamos a su suerte? Siendo ciudadanos y
ciudadanas, es lógico pensar que tendrán los mismos derechos y deberes que
cualquier otro ciudadano, ni más ni menos, y eso conlleva darles las mismas
oportunidades que al resto de ciudadanos y que lamentablemente, puedan sufrir
la precariedad que en según qué temas y cuestiones también sufren el resto.
Creo que estamos ante situaciones que precisa y precisarán de
acciones humanitarias puntuales a las que obligatoriamente debemos dar respuesta, pero
entiendo que no pueden basarse en una solidaridad mal entendida, pues el
acogimiento globalizado no es la solución efectiva, ni mucho menos definitiva.