
Porque aunque la visión particular de
futuro se corresponda con nuestro presente o nuestro pasado, siempre
aspiraremos a que se convierta en ese futuro que estamos condenados a
compartir, y merece la pena que hagamos todos los esfuerzos posibles para
diseñarlo.
Ya hemos dilapidado demasiado tiempo, pues la
complacencia contemplativa por miedo, comodidad o complejo de
unos, y la interpretación de aquiescencia a sus planteamientos que
de esa actitud han hecho los otros, ha provocado un relato endogámico y
monótono al que todos hacen oídos sordos, y que no puede ser la base sobre la
que reconstruir nuestra obligada convivencia.
Ahora nos toca actuar a los ciudadanos y ciudadanas,
apartando y relegando con energía a aquellos que aparentemente apuestan por el
diálogo, pero que en realidad solo quieren utilizar la palabra como arma para
poner en valor las discrepancias.
Apelando de nuevo a la poesía de Gabriel Celaya.
"Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
(mos)
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin
pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo".
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