Recuerdo que fue en 1988, cuando en una de mis primeras reuniones
de la Comisión Ejecutiva de la Federación de Transportes y Telecomunicaciones como
responsable nacional de Puertos, Aduanas y Consignatarias, el Secretario
General Justo Domínguez, aprovechando que debatíamos y preparábamos el 1 de mayo,
me preguntó qué pensaba de esa celebración.
No nos conocíamos mucho, y recuerdo su expresión junto con
la de algunos compañeros de la ejecutiva cuando dije que era una celebración
rancia y desvirtuada, que estaba perdiendo su razón de ser, y que los
sindicatos deberíamos hacer un ejercicio de imaginación organizativa para que
los trabajadores la volvieran a sentir suya. De lo contrario tendería a
desaparecer ese significativo día donde los trabajadores podíamos demostrar nuestra
“fortaleza unitaria” a través de las
organizaciones sindicales.
Pepe Álvarez, ya como Secretario General intentó compaginar
lo que debía ser una manifestación reivindicativa, añadiendo al programa otras
actividades lúdicas en el Moll de la Fusta, con actuaciones musicales y una
paella popular, lo que representaba un banderín de enganche para la
participación, y que en un inicio representó un éxito.
Pero paellas populares ya no representan un aliciente
significativo que pueda animar a manifestar justas reivindicaciones, ni tan
solo una “significativa butifarrada” como parece ha programado la UGT de Catalunya,
representa una oferta atractiva que mueva a la movilización.
No sé la cantidad de trabajadores y trabajadoras que
acudirán a mostrar su hartazgo con la situación actual de un mercado laboral
precario, con un marco de relaciones laborales lesivo, con las pírricas subidas
en las pensiones o con el menosprecio y menoscabo a los autónomos, pero lo que
no cabe duda es que hay suficientes motivos para salir a la calle para
protestar y vindicar únicamente como trabajadores y trabajadoras, al margen de
ideologías, de posicionamientos políticos
o de reivindicaciones no laborales que, aunque importantísimas, son paralelas.
Hoy, a pesar de lo que opine algún dirigente sindical cuando
afirma -creo que de manera poco acertada- que el 1 de mayo comenzó el 8 de
marzo, todos somos trabajadores y trabajadoras en activo, parados, pensionistas
o autónomos, y hacemos nuestras las reivindicaciones tanto de hombres como de
mujeres, manifestando nuestro compromiso para luchar contra la desigualdad y la
injusticia.
Creo que este 1 de mayo era el momento de que los
trabajadores y trabajadoras saliésemos juntos a la calle, como trabajadores y
trabajadoras, rechazando intentos de capitalización política y partidista, y aunque
sin renunciar a las propias siglas y haciéndolas visibles, las organizaciones
sindicales hubiesen debido renunciar a su protagonismo particular en aras de
una necesaria unidad de acción.
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