Que nadie ponga en duda mi habitual participación
el 8 de marzo Día de la Mujer Trabajadora, aunque reconozco que dos frases en
sendos artículos de diferentes diarios, me han hecho recapacitar sobre las
acciones reivindicativas que se van a llevar a cabo esa jornada, no tanto por
lo que se reivindica y reclamamos, sino sobre cómo se instrumentaliza esa
reivindicación.
Ya de por sí me parece poco acertado emplazar al ejercicio
de la huelga, tanto sea de dos horas como de una jornada completa, con el simple
per a la vez complejo objetivo de demostrar a la sociedad y específicamente al
género masculino, de lo que ocurriría si las mujeres dejasen de trabajar, pero
al mismo tiempo animar a los hombres a sumarse a ese paro, que no huelga, convirtiendo
un problema que afecta a toda la sociedad en un conflicto entre dos bandos, “invitando”
además a uno de ellos a sumarse al otro.
De por sí esto ya desvirtúa y casi podría desmotivar a aquellos
pertenecientes al género masculino que nos sentimos feministas (que creo somos la gran mayoría), y que entendemos
que debemos trabajar y exigirnos políticas activas que nos permitan alcanzar la
plena igualdad entre hombres y mujeres.
Es decir, eliminar de nuestro trato horizonte ese habitual “nosotros
y vosotras o el nosotras y vosotros” que nos marca, y que la única diferencia
entre hombre y mujer sea la biológica, consiguiendo
así que el género no sea un mérito o un demérito para el desarrollo social de las
personas en cualquier parcela de la vida, pues solo de y como personas hablaremos,
y que únicamente pueda ser objeto de valoración la capacidad personal.
No creo que aporte nada positivo afirmar, como hoy se hacía
desde algún medio de comunicación, “que para que ellas avancen en sus derechos,
ellos han de retroceder en sus privilegios”, pues ello no es más que aguzar el problema
y buscar soluciones en el conflicto -lo que nunca da resultados apetecibles-, cuando
la solución debe estar en esas políticas activas que antes mencionaba y que entiendo
deben estar basadas en acciones pedagógicas y no simplemente coactivas a través
de nuevos preceptos legales.
Porque como también hoy alguien opinaba, “cambiar las leyes no
es suficiente para cambiar la realidad”, y creo que cambiar esa realidad creando
nuevas figuras legales y punitivas no creo que sirva para que la sociedad asuma
un cambio en su forma de actuar, pues sigo pensando que es satanizar y castigar
a toda la sociedad por la actuación de unos cuantos (pagan justos por
pecadores), e intentar la ejemplarización colectiva aplicando aquello de que “la
letra con sangre entra”. Algo nada edificante.
El estar convencido de que la responsabilidad que uno tenga
y desarrolle es totalmente independiente a su género, me permite afirmar, por
ejemplo, que estoy en contra de las cuotas de participación, de uno u otro sexo,
tanto sea en el ámbito político, social o empresarial. Creo que lo que debe
hacerse es facilitar, garantizar y hacer reales las vías de acceso y
participación, haciendo punibles actitudes claramente discriminatorias.
O por ejemplo, que se debe perseguir sin cuartel al que por
razón de género infrinja el principio de que “a igual trabajo, igual salario”
debe estar fuera de toda discusión. Para eso hay convenios colectivos, aunque debo
reconocer que me preocupa sobremanera que se hagan cálculos de porcentajes
sobre brecha salarial, pues eso indica que se conoce quien la provoca y no se
actúa contra ellos; del mismo modo que me desconcierta que para hacer esos cálculos
algunos utilicen factores relativos a la conciliación familiar, intentado coartar
y cuestionar la libertad individual o familiar de decidir si el hombre o la
mujer se acoge a permisos no retribuidos.
Por eso mismo entiendo que debemos trabajar juntos y juntas,
desde la concienciación y no desde la imposición, pues cada vez que se aplica una
imposición se da un paso atrás para la concienciación, y los que nos sentimos
feministas (hombres o mujeres), y creemos que este movimiento debe ser
transitorio y reivindicativo hasta que la plena igualdad sea una realidad, nos
encontramos cada vez más descolocados.
El 8 de Marzo, reivindicaré igualdad desde la pedagogía y la
libertad.
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