Sí amigos, yo soy uno de aquellos hijos de puta que en los
años 70 reivindicábamos la libertad para poder salir a la calle a reivindicarla.
De los hijos de puta de derechas, de izquierdas o de centro
(porque la libertad no tiene ideología), y que día sí y otro también, nos
plantábamos en las Ramblas de Barcelona reivindicando libertad de manera
pacífica pero contundente, sin provocar violencia pero sabiendo que la
violencia aparecería, pues era un privilegio exclusivo del estado.
De los miles y miles de ciudadanos hijos de puta que después
de ser avisados de una inminente y lógica carga policial, debíamos salir
corriendo por la calles adyacentes (Pelayo, Canuda, Buensuceso, Santa Ana,
etc), huyendo de aquellas amenazantes porras en manos de armarios de color gris,
pero sin dejar de reivindicar.
Yo soy de los hijos de puta que reivindicábamos una libertad
en color, frente a la libertad en blanco y negro que vivíamos en aquel momento.
Uno de aquellos hijos de puta que simplemente
reivindicábamos democracia real, no aquella orgánica que durante casi cuarenta años
indicaba que no se podía votar.
Era un hijo de puta, lo he sido durante toda mi vida por
haber seguido reivindicando lo que he creído justo, y entiendo que lo sigo
siendo por no haber evolucionado en mis convicciones, y continuar defendiendo
la libertad que reivindicábamos.
Y ahora soy un hijo de puta, según alguno de esos “amigos
virtuales y no tan virtuales” por no ser independentista, por no ver justificada
(sino todo lo contrario) la autodeterminación de Catalunya, por huir de
nacionalismos, por reivindicar el diálogo como solución a los problemas, por no
haber participado en un provocador y unilateral referéndum por la independencia.
Pero lo alarmante es que alguno de esos “amigos”, en un
discurso totalmente enlatado y sin base argumental lógica, se atreven a tildar de
hijos de puta –algunos hasta de asesinos y terroristas- a los miles y miles de
ciudadanos que en aquellos 70 reivindicábamos unas reglas de juego democráticas
que nos permitiesen votar en libertad lo que quisiéramos votar.
Pues bien amigos, aunque mi madre sea una santa, supongo que
seguiré siendo un hijo de puta socialista luchando por alcanzar mayores cotas
de justicia social, reivindicando codo a codo con todos aquellos hijos de puta
que desde la reivindicación de libertad conseguimos que hoy, aunque alguno no
quiera hacerlo, podamos convivir en libertad.
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