
Que nadie piense que justifico nada, sino todo lo contrario,
pero no quiero dejar de recordar aquellos momentos de condenable confrontación
violenta, como mínimo tan intensos como los actuales.
Porque salir a la calle reclamando Libertad, Administía i
Estatut de Autonomía, y o Libertad de Expresión, i provocar el enfrentamiento
con aquellos armarios vestidos de gris, con porra, escudo y fusil en mano, y correr
ante aquellos caballos montados por grises jinetes con yelmo del mismo color, y
que armados con larguísimos vergajos flexibles hacían de Plaza Catalunya y
Ramblas el escenario de la justa, la verdad es que a veces era un poco suicida
per necesario.
Debo reconocer que solo una vez en aquellos actos de reivindicación
rodé por el suelo, y por ello aquel día me salvé de algún porrazo, pero ello no
quita que hubiese acabado detenido i después inmediatamente liberado, y que no
haya tenido algún amigo que haya resultado herido de cierta gravedad durante alguna
aquellas cargas.
¡Y no te digo si en aquella época te pillaban en una
asamblea del MIL-GAG, por ejemplo!. O la policía te sacaba por la puerta de
atrás como favor a algún familiar, pues algún inevitable policía infiltrado te
había reconocido, o acababas en la Dirección General de la Policía y, muy
posiblemente, en la Modelo.
Así como en las múltiples huelgas y manifestaciones en las
que he participado, donde esos mismos armarios con vestimentas y yelmos de otro
color actuaban también con la contundencia que se les ordenaba, repartiendo
ostias a diestro y siniestro.
Cuando uno se plantaba en el suelo ante un coche de policía,
sabía que se debía retirar o sería “retirado”, como cuando uno impedía el
normal funcionamiento de carga y descarga de un barco o de un camión o de una
grúa, sabía que muy probablemente acabaría esposado y detenido.
Las intervenciones policiales siempre han estado dentro de
la normalidad en todos aquellos que nos hemos movido en el ámbito de la reivindicación,
y cuando he participado en una movilización en mis cálculos cabía la
posibilidad de que alguien, de un lado o de otro, actuase con desproporcionada
violencia y que debería asumir las consecuencias.
Por ello solo puedo llegar a la conclusión de que, o bien ya
quedamos muy pocos de los que hemos dedicado una parte importante de nuestra
vida a reivindicar derechos políticos, laborales y sociales, o bien la mayoría
de todos estos ciudadanos que hoy se extrañan de algunas condenables
actuaciones policiales del 1-O, han tenido pocas oportunidades o no han querido
reivindicar.
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