Iba de independencia (va de independencia), no de
democracia, aunque el intento fuese (es) justificar cualquier acción unilateral
argumentando una vulneración del ejercicio democrático a opinar (decidir),
utilizando de manera sesgada el derecho internacional a la autodeterminación
(que no cabe en este caso).
No iba (no va) de democracia, porque no puede haber
democracia cuando las reglas del ejercicio del derecho las cambia el convocante
a beneficio del resultado que le interesa y que por ese mismo motivo, es un resultado
que ya está cantado.
Pero si no iba de democracia, -pues ese derecho a decidir
era una burda maniobra que perseguía (persigue) como único objetivo la
declaración de independencia-, ahora sí que el reivindicado derecho a la autodeterminación
(decidir) pasa a un segundo plano y pierde su importancia, pues las últimas decisiones
del Govern de la Generalitat únicamente se las puede encuadrar en el secesionismo,
y la secesión sólo la deciden los políticos sin ponerla a votación, pues la
gravedad de las consecuencias, que solo sufriría la ciudadanía, muy
posiblemente haría que la acción fuese rechazada democráticamente.
Ahora de manera inconsciente (que yo creo que consciente), los
líderes de este llamado movimiento independentista han añadido el vil metal
como nuevo elemento efectivo de desencuentro, negándose a que el Gobierno pueda
ejercer su deber de control del erario público de los entes del Estado, de los
que también la Generalitat forma parte, lo que obliga al Gobierno central a legitimar
cualquier actuación para preservar su derecho a ejercer su propia obligación.
Hasta ahora, todo se jugaba en un gran tablero de ajedrez,
en una partida que difícilmente iba a quedar en tablas. Los jaques se sucedían,
pero el mate no llegaba. Hasta creo que a ambas partes les interesaba que el
tiempo corriese. Que vale o no si ley del referéndum, que si ley de
transitoriedad, que si Tribunal Constitucional, que si querellas, que si
fiscales, que si recursos, que si interpretaciones, que si…; pero ahora ya hay
una acción definitoria y decisiva.
La pela es la pela decimos en Catalunya, frase que ahora
también puede hacer suya el Gobierno del
Estado, pues utilizando ese mismo principio interviene esas pelas que, aunque
disguste a los independentistas, es capital de todos, partidarios o no de la
independencia.
¡Que malos son estos españoles que nos intervienen el dinero!,
se quejan los próceres independentistas, pero obvian decir que ellos son
simplemente gestores de un dinero que es de todos los catalanes, que su obligación
es la de gestionarlo de acuerdo con la legislación vigente, pero que pertenece
al Estado la responsabilidad de controlar que la Generalitat lo gestione correctamente.
Si antes las declaraciones del Govern de la Generalitat
implicaban una Declaración Unilateral de Independencia implícita, la negativa a
rendir cuentas sobre el dinero ya es una Declaración Universal de Independencia
de facto, lo que es simplemente secesión, y que puede legitimar Gobierno del
Estado a actuar en consecuencia.
Y como ciudadano de a pie, me pregunto cuales serán esas
consecuencias que van a provocar y que ineludiblemente vamos a sufrir todos,
porque creo que esta tamaña insensatez que representa que el Govern de la
Generalitat se haya declarado secesionista justifica cualquier actuación que
decida el Gobierno del Estado para anularla.
¡Y eso sobrepasa la línea del temor para comenzar a dar
miedo!