Algunos lo justifican y
tengan, desde su punto de vista, razones personales y objetivas para hacerlo, pero
el 18 de julio de 1936 se llevó a cabo un golpe de Estado, -por mucho que ese
llamado “alzamiento nacional” pudiese tener justificaciones-, y como tal merece
el rechazo y la condena de los demócratas.
Ya han pasado 80 años,
y después de estas 8 décadas, en el seno de la sociedad española sigue estando latente
aquel hecho, a pesar de que la inmensa mayoría de ciudadanos y ciudadanas de
hoy no sufrieran el golpe de estado, ni los tres años de la posterior contienda
bélica ni, posiblemente, tuvieron que confrontar y/o sufrir los más duros años
de la dictadura.
Como he dicho muchas
veces, yo no quiero olvidar, pero tampoco quiero pasar una permanente factura
de aquellos años en los que me obligué a luchar por la recuperación de las libertades,
pues soy de aquellos que pude avanzar en mi “realización personal” luchando
contra la dictadura.
Yo quiero que aquel 18
de julio y sus consecuencias, tanto los 3 años de guerra con miles y miles de
muertos como los 36 años aproximadamente en los que sufrimos la falta de
libertades, sean la base pedagógica para que esos hechos no se reproduzcan, y
que no sea la venganza de los que ahora nos podríamos considerar vencedores, la
que marque mi actitud frente aquellos que ahora podríamos ver como vencidos.
Sin olvidar ni dejar de
condenar un ataque a la democracia y a la libertad como fue aquel golpe de
estado, creo que debemos mirar hacia el futuro, utilizando lo que denominamos como
recuperación de la memoria histórica para
que aquellos perdidos pero no olvidados, (que de ambos “bandos” hay), puedan recuperar su dignidad como personas que
se vieron abocadas y obligadas a participar en una contienda que, en la mayoría
de los casos, no era la suya.
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