Todas las comparaciones
son odiosas, pero aún conscientes de ello no nos podemos desembarazar del vicio
de utilizar fieles de balanza virtuales para, cuando no estamos de acuerdo con
alguien, utilizar un “y tú más” o un “y tu menos” como arma arrojadiza para
razonar nuestros argumentos.
El caso es comparar, y
con una unidad métrica ficticia y arbitraria que solo nosotros entendemos,
lanzar descalificaciones que a la postre no aportan nada positivo, sino todo lo
contrario, pues normalmente hacen aumentar las discrepancias.
Debemos reconocer que
la gente de izquierdas en eso somos especialistas, y sabemos que nuestros
debates internos se finiquitarán con ese tú más o tú menos, teniendo además la
osadía de elevarlos a la categoría de diferencia ideológica, lo que
ineludiblemente nos aboca a la fractura basada en principios, que por ello es mucho
difícil de recomponer.
Esta situación la
vivimos en el seno del PSC en su momento, donde la ambigüedad de aquellos dirigentes
que se dedicaron a nadar y guardar la ropa, y que todavía hoy navegan, provocó
que en el seno del partido se colase aquel “tú eres más catalán o menos que yo”
como si el grado de catalanidad fuese posible de medir.
Y ahora se vuelve a las
andadas, calibrando el socialismo para poder rechazar y menospreciar las
opiniones de aquellos que antes eran referente y que ahora, por no tener plenas
coincidencias, se han convertido en enemigos a vilipendiar, midiendo al grado
de socialismo para poder decir que son más o menos socialistas, que tú o que
yo.
Si uno de los valores
socialistas es la libertad de expresión, me pregunto por qué se condena públicamente a los que opinan que la formación
de un Gobierno en España debe hacerse desde una visión de estado más que partidista,
y que el objetivo es conformar un Gobierno para no ir a unas terceras
elecciones.
A partir de aquí, a esos
reputados miembros del PSOE se les repudia vehementemente porque, teniendo
dinero y viviendo bien no se puede ser socialista ni honrado, por lo que merecen
todas las descalificaciones posibles, y hasta han perdido el derecho a opinar. Y
eso es claramente injusto y de nula legitimidad, y pone en peligro esa cohesión
de la izquierda que debería liderar la socialdemocracia que defiende el PSOE.
Aclaro, como he
repetido hasta la saciedad, que yo no quiero un Gobierno del PP, pero sobre
todo lo que no quiero son las políticas de un Gobierno del PP, que es
diferente. Y ahora se está hablando de investidura, que a mi me preocupa
relativamente, porque realmente lo importante es la estabilidad en las
políticas que se vea obligado a aplicar el Gobierno, y ahí sí debería tener protagonismo
el PSOE.