No me gusta o, como mínimo, no responde a mis expectativas
ideológicas que, por suerte o por desgracia, todavía pasan por valorar las mayores
coincidencias que pueden existir entre políticas de izquierdas o de derechas.
Por eso no me gustó cuando ayer Pedro Sánchez, en su
discurso de investidura que ya todos tildan de “fallido”, aludió al “mestizaje
político” como único modo para poder conformar un Gobierno, pues para que el fruto
del mestizaje sea una realidad, se ha de consumar y ello, ineludiblemente, se
traduce en un nuevo híbrido engendro ideológico, y en la transformación, si no
en la desaparición, de los padres de la nueva criatura.
Hubiese preferido que Pedro Sánchez defendiese el Gobierno que
propone aceptando la realidad que se está viviendo, y en aras de la ineludible y
urgente necesidad que tiene el país de disponer ya de un Gobierno activo, apelase
a la responsabilidad del resto de grupos utilizando, como única vía para
alcanzar ese objetivo, la permeabilidad programática, pero sin renunciar al
posicionamiento de izquierda/derecha que, sin lugar a dudas, ese mestizaje conllevaría.
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