Cabreado como una mona!.
Eso es cómo demuestra estar Pablo Iglesias por la decisión que ha tomado Pedro
Sánchez de dialogar con todos los partidos del arco parlamentario, arrebatando
a Podemos la exclusividad que se había arrogado, al declararse como único
garante para alcanzar un acuerdo de gobernabilidad.
Pablo y los suyos se
habían disfrazado de caramelo con sabor agridulce, y ubicados estratégicamente
ante una puerta de Ferraz o de la Carrera de San Jerónimo, se ofrecían para recibir
alguna “chupadita” de todos, menos del PP y C’s,
Pero se equivocaron, y su
estrategia basada en la creencia de que eran imprescindibles se ha
resquebrajado en mil pedazos, y les ha obligado a retomar posiciones diferentes,
aparentemente más suaves, aunque sin poder esconder su resabiada frustración, que
les sigue haciendo caer en el insulto y la prepotencia.
Ahora no les queda más
que mostrarse totalmente fuera del envoltorio, sin ambages ni tapujos, enseñando
que realmente ese agridulce sabor que ofrecían se debía a una especie de acíbar que, como les ocurre a los niños con
sus uñas, después gusta y casi se convierte en adictivo.
Chupas o no chupas; conmigo
o contra mí. En eso ha quedado la estrategia de Podemos, eso sí, desde esa falsa
generosidad de la que alardea, olvidándose que únicamente puede ser generoso
quien tiene la posibilidad de dar, y que en este caso Pablo Iglesias ha tenido
la arrogancia de “exigir” a cambio de lo que, en teoría, era el único que podía
dar, y que ahora se ha demostrado que no tiene.
Sinceramente me alegro
de la actitud de Pedro Sánchez, acotando aquellos posicionamientos inaceptables
que darían la razón a quienes lo acusaban de “querer acceder a la Moncloa a
cualquier precio”, negándose así a someterse a esos que aspiraban a ejercer de
chulo a la vez que de meretriz y, aunque el aposento no fuera suyo, cobrando
también la cama, queriendo prostituir un
Gobierno encabezado por él.
Sigo pensando que Pedro
Sánchez lo tiene harto complicado para conseguir un pacto para conformar un Gobierno estable, y que le sería
mucho más fácil alcanzar un pacto de gobernabilidad que le permitiese aplicar
las políticas sociales y económicas que los ciudadanos necesitamos.
Pero para ello se
debería apelar a la responsabilidad de los diferentes partidos políticos, y
centrar la negociación en ese “para qué” con el que Pedro Sánchez basa el
inicio de las negociaciones, acompañado del “qué y el cómo”, eliminando cualquier
elemento que aluda al “quién”, en clara demostración que el tacticismo ha
quedado relegado al último lugar de prioridades.
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