Pero ahí no acaba mi coqueteo con las ondas, porque a las tres de la tarde y casi con avidez, paso a vivir las vicisitudes del Oracle de Catalunya Radio donde, con un catalanismo casi sectario de otra “passió de catalans”, los tertulianos intentan justificar y argumentar todo aquello que pueda apoyar la independencia de Catalunya en detrimento y menosprecio de aquellos que, de manera harto insultante, el locutor y sus invitados califican de unionismo.
Ayer, en un momento determinado opté por apagar la radio, eso sí, sólo durante dos minutos escasos pues, reconociendo cierta dosis de masoquismo, cedí a la tentación curiosa de saber cuántas más tonterías se podían decir por segundo.
Porque ayer, en este Oracle, tres de los tertulianos alienados con el radicalismo independentista tenían como objetivo, únicamente, poner entre las cuerdas a otro invitado no partidario de la independencia para justificar sus tesis.
Desde mi respetuoso punto de vista, deplorable actitud e inconsistentes argumentos, de los que me gustaría destacar alguno de ellos:
· No
tenemos democracia, y estamos igual que en la época franquista. Hombre, fuimos
muchos los que luchamos contra la dictadura y a favor de la libertad, como para
que ahora venga alguien a insultarnos, diciendo que estamos igual que hace 50
años.
· España
no quiere negociar ni hablar. No es cierto, pues lo que la soberanía española,
a la que también está supeditada Catalunya, es que Catalunya deje de ser parte
de España y, lógicamente, desde esa premisa, entiende que no tiene por qué
negociar sobre procesos independentistas.
· La
mayoría de catalanes quieren ser independientes. Taxativamente falso, de la
misma manera que también sería falso afirmar lo contrario. Lo que sí es cierto
que la mayoría de catalanes no votaron sí a la independencia, y sin una base
social mayoritaria es inviable cualquier movimiento en ese sentido.
· No
me dejan hablar en catalán. Meridianamente falso. Claro, si lo que se intenta
es ir a Castilla y que se nos entienda en catalán, estamos haciendo una
ridícula reivindicación, y utilizando el idioma como arma disuasoria, y no como
el mejor elemento para entendernos unos con otros.
Cuando llegué a casa estuve tentado de poner el Sálvame para ver si me desintoxicaba.
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