
Después de que la
comunidad internacional ha cerrado los ojos a las decenas de miles de fallecidos
a causa de una guerra fratricida en Siria; después de dar la callada a los
ataques de las fuerzas oficiales de Siria contra civiles; después de tolerar que
yihadismo entre en “juego”, provocando muertes a diestro y siniestro; alguien
cree que Al Asad se va a poner a disposición de acordar un armisticio
fácilmente, si el conflicto armado y la intervención solidaria está justificando
su gobierno dictatorial?.
Porque Al Asad ha
conseguido, por empatía solidaria con los que huyen de Siria, que un conflicto
armado en su país traspase fronteras y que se ubique en Europa, lo que
demuestra una estrategia sibilina, pues la intervención europea le está
facilitando, además, la eliminación de sus detractores convirtiéndolos en
mártires y refugiados, pero fuera de su territorio.
Ahora ya no son los
gobiernos europeos los que abogan por soluciones de obligatoriedad solidaria, sino
que son los ciudadanos los que están empujando a sus gobiernos a adoptar y a
aplicar medidas, que no por solidarias dejan de generar discrepancias coyunturales
por provocar aquello que algunos pueden considerar agravios comparativos.
Y por eso los
responsables políticos, desbordados por la situación y empujados por la presión
ciudadana ahora actúan, cayendo en la cuenta de que la dejadez arbitraria por
percibir erróneamente que el problema como ajeno lo ha convertido en uno de propio,
lo que les está obligando a plantearse como solución la intervención en el origen,
que algunos ya opinábamos que era la única salida.
Además, no puede
obviarse que paralelamente a la globalización del conflicto se está
globalizando también la respuesta solidaria, y no tan solo la colectiva de cada
país sino la personal, lo que agudiza el problema y lo va haciendo cada vez
mayor, dificultando encontrar soluciones
que, además, precisarán cada vez de más urgencia y que de no ser eficaces y
rápidas, harán fluir sentimientos contrarios a los que ahora tiene la población,
primero de manera particular y después colectiva.
A los refugiados, por
ser considerados asilados políticos, se les debe facilitar subsistencia y
después también posibilidad de conseguirla pero, pensando en un país donde se
percibe que los recortes sociales han perjudicado a la población en general y
donde muchos ciudadanos deben sobrevivir gracias a la solidaridad de sus vecinos,
familiares y amigos; no es previsible que surjan movimientos en contra que
cuestionen el acogimiento, como ya está sucediendo?
No se trata de disuadir
a nadie a colaborar y a prestar ayuda solidaria a estas personas que,
lamentablemente, se están viendo obligadas a dejar su vida huyendo de la guerra,
pero como oí ayer manifestar, esto no es tan sencillo y bucólico como acoger en
casa a un niño de un país en conflicto o necesidad durante tres meses de
verano.
Estamos hablando de un
conflicto actual, y de dimensiones a medio o largo plazo, y no es lo mismo ofrecer
techo y manutención durante unos pocos días a hacerlo durante dos, tres o
cuatro años, como puede suceder en este tema, lo que puede desembocar en
verdaderos problemas de convivencia que los gobiernos están obligados a prever,
y no actuar a salto de mata por la necesidad de encontrar soluciones por la vía de urgencia, como está
sucediendo en este momento.
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