Nos tratan como a
idiotas, insultando nuestra inteligencia y intentando jugar con la buena fe de
todos los catalanes, haciendo efectivo un latrocinio a la altura de un campanario,
adueñándose de algo que no es suyo, o no solo suyo, como es el orgullo que representa
manifestar la catalanidad el 11 de septiembre, Diada Nacional de Catalunya; porque
intentar capitalizar la Diada no es otra cosa que hurtar, imponiendo una marginación
que sólo se puede legitimar desde un mal ejercicio del poder.
Y lo hacen con la
bendición de las autoridades que, con esta actuación sectaria, demuestran que
han renunciado a representar a todos los que deberían representar.
Por un lado dicen que
el acto central del Via Lliure en la Meridiana de Barcelona es de todos, que
cabemos todos. Que no es un acto electoralista, de ningún partido o lista
electoral, y en cambio manifiestan que aspiran a que sea la “mayor
insubordinación democrática al Estado”, como si fuese posible justificar la
insubordinación con un pretendido ejercicio de lo que interpretan como democracia.
Ya sé que no les
importa; que su único objetivo es la ruptura externa y que hacerla efectiva
pasa por rompernos internamente, marcando una línea no imaginaria, sino real,
que colocará en un lado u otro a los catalanes.
Quieren que el 11 de
septiembre sea solo de ellos, de los únicos que ellos consideran como buenos catalanes,
no de los que siendo buenos catalanes, tanto como ellos a mi modo de entender, no
visionamos Catalunya del mismo modo, y que cualquier celebración en torno a la
Diada Nacional de Catalunya quieren que sea interpretada como un canto
homogéneo a la independencia, aunque sea una falsedad.
Si los catalanes queremos
demostrar que realmente estamos orgullosos de ser catalanes, y que la
independencia, aún siendo una opción legítima aunque no la comparta, no es la única que puede contemplarse como
ordenación de estado, no podemos permitirnos muestras de fuerza y beligerancia hostil
contra nosotros mismos.
Puedo asegurar que para
la mayoría de aquellos que en su momento, hace casi 40 años, salíamos a la calle
a exigir “Llibertat, Amnistia i Estatut d’Autonomia”, la independencia no era
la reivindicación que nos hacía enfrentarnos a las fuerzas de seguridad del
Estado y jugarnos la libertad que exigíamos; y ahora sería casi orgásmico que
este 11 de septiembre se convirtiese en una manifestación masiva, homogénea y
monolítica de catalanidad, donde únicamente ondeasen senyeres, como elemento
aglutinador y común denominador del sentimiento de todos los catalanes.
Lamentablemente soy
consciente de que no será así y que la Via Lliure, que no será una marea humana
(este año blanca), pero que sí tendrá una afluencia masiva a pesar del miedo al
fracaso que dicen tener los organizadores, no será más que un acto electoral,
aunque aún no haya comenzado la campaña, de apoyo a una de las candidaturas que
participarán en los comicios del 27-S.
Pero eso no impedirá
que siga celebrando el 11 de setiembre, aunque sea en la intimidad de mi
círculo familiar y de amigos, evitando no ser contabilizado como
independentista, y a pesar de mi conocida fobia hacia las banderas, me estoy
planteando hacer gala de mi catalanismo presumiendo públicamente de una senyera
no adulterada.
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