Como dice la canción, “Tres
cosas hay en la vida, salud, dinero y amor, y el que tenga esas tres cosas, que
le de gracias a Dios”.
Por ello, quizás estos
sean los tres conceptos que, por encarnar los máximos deseos del ser humano i,
por ende, ser también la única reivindicación plausible a la vez que alcanzable
que colmaría las aspiraciones de cualquier persona, deberían merecer la
atención política y convertirse en esa utopía electoral a la que nos tienen
acostumbrados, y que en la coyuntura actual, no por simple sería altamente efectiva.
Porque, ¿qué más puede
pedir el hombre/mujer que una salud que permita disfrutar de todo aquello que
el dinero permita poner a nuestro alcance y poder compartirlo con las personas
que deseemos?
Y no hablo solo a nivel
personal, sino también colectivo, no en vano estos son conceptos plenamente sociales:
Una atención sanitaria que,
de manera universal, permita llevar una vida en plenitud; suficientes recursos que
posibiliten mantener el estado del bienestar a todos los niveles, respondiendo
a las necesidades y anhelos de los ciudadanos; y una sociedad que, por tener la
garantía de poder alcanzar esos objetivos colectivos, podrá dejar aparcados
conflictos de los que se hacen eco aquellos que se aprovechan de la necesidad.
Ni grandes proyectos ni
grandes obras, que sabemos se convierten en flor de un día (de una campaña
electoral) y después pasan a clasificarse como inacabados y, lo que es peor, como
inacabables.
Ni grandes avances
basados en argumentaciones macroeconómicas que, conscientemente traducidas a un
idioma incomprensible, no dejan de traducirse en un empeoramiento de nuestra
capacidad para alcanzar particularl y colectivamente, mediante el trabajo,
nuestras aspiraciones básicas.
Y ni grandes estudios,
ni promesas ni compromisos con el conjunto de la sociedad, cuando cada día el
sufrimiento de millones de personas eleva al grado más alto de la utopía
alcanzar la justicia social y la igualdad generalizada que reivindicamos.
Puede parecer una
perogrullada, ¡de acuerdo!, pero si algún partido político de los que ahora
participarán en los comicios electorales que se avecinan centrase su campaña en
estos tres conceptos, simples per a la vez complejos, me plantearía seriamente
otorgarles mi confianza.
Pero claro, no me
imagino a un Rajoy, a un Sánchez o a un Pablo Iglesias, por ejemplo, sin
olvidar a un Mas, a un Junqueras o a un Iceta cantando y bailando al ritmo de
la canción que popularizaron Cristina y los Stop, a finales de los 60.
¡Aunque sería divertido,
si además fuesen capaces de compartir escenario!
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