De verdad, soy de
aquellos que no haría mal a una mosca. Bueno, no es cierto; a una mosca,
sobretodo si es cojonera, la finaba directamente, del mismo modo que haría con
un mosquito.
Declaro ser muy
beligerante contra el denominado “maltrato animal”, aunque reconozco que en
algunos casos mi concepto de “maltrato animal” difiere del que tienen algunas
personas de las llamadas animalistas que, confundiendo el uso y el abuso,
llevan su intolerancia a límites que yo creo perjudican a los propios animales
que quieren defender.
No voy a entrar a
valorar ni debatir si hay animales que hemos ayudado a “mutar” con objetivos
determinados, y si se debe preservar y/o respetar el objetivo para el que la
humanidad los sigue manteniendo, ya que siendo un debate interesante a la vez
que importante, creo debería afrontarse con mucha seriedad y en otros foros.
Pienso que la urgencia
es determinar qué debe ser considerado como “maltrato” intolerable y por lo
tanto punible, y acotar la definición de la verdadera crueldad sin frivolizar con
ella, marcando pautas para obligar a respetar los derechos de los animales, ¡que
los tienen!, más allá de condenarlos a una morbosidad existencial por tener
como único objetivo la preservación de
la especie.
Lo que me molesta sobre
manera es la hipocresía que rodea ciertas acciones y manifestaciones llevadas a
cabo en la lucha contra el maltrato animal, y que se enmarcan en esa aparente intolerancia
a la que antes aludía, políticamente correcta pero que contrasta y es desacorde
con la actitud habitual de algunas personas declaradamente defensoras de los
animales.
Todavía recuerdo
cuando, siendo Regidor de Sant Feliu de Guíxols, se aprobó una moción
prohibiendo las actuaciones circenses que utilizasen animales. Voté en contra porque
creía, y creo y así lo argumenté, que debe perseguirse i sancionar al
maltratador, y no cerrar los ojos a la realidad basándose en aquello de que “ojos
que no ven…”

Pero lo que en aquel
Pleno Municipal donde se aprobó esa moción me sacó de mis casillas fue que, en
un municipio vecino a escasos 5 quilómetros, un circo ofrecía espectáculos con domadores
y animales “salvajes”, y políticos locales que habían defendido con manifiesta vehemencia
esa moción, tenían en el bolsillo las entradas para “disfrutar” con sus hijos de
un espectáculo similar al que estaban condenando. Según uno de ellos, “un circo
sin animales no es circo”.
Estos días muchos se
ponen la mano a la cabeza, lamentado la muerte de un caballo que en Barcelona se utilizaba para tirar de un carruaje turístico. La prensa recoge opiniones de
todo tipo que, basadas en acusaciones de maltrato, aportan soluciones de lo más
variopintas, tales como dotar de motor a los carruajes, lo que implica eliminar
ese vehículo típico de la Rambla barcelonesa y que yo en el paisaje barcelonés
habitualmente.
Sin ir más lejos,
comentaba con un compañero de trabajo este hecho y, manifestando que él había
visto al caballo en el suelo, condenaba que se utilizase al animal para ese
negocio. En cambio no le parecía mal que esos carruajes se utilicen es Sevilla,
por ejemplo. Según él, es típico de allí y forma parte de su cultura. De hecho afirma
que ha sido usuario. ¿Hipocresía?
Tengo un amigo que uno
de sus amores son los perros, y en su casa tiene dos o tres que, como yo a
veces le digo, cuida y trata mejor que a sus allegados. Yo lo he visto llorar
ante alguna imagen de crueldad. Pero sus perros hacen de todo. Saltan, se hacen
el dormido, bailan, Vamos, ¡un espectáculo de circo!. A los perros les ha
costado castigos y broncas hasta que han conseguido seguir las órdenes del amo.
¿Hipocresía?

¡Qué crueldad como ceban
las ocas para hacer paté! En su último viaje a Francia me trajo varias muestras
de esa magnífica vianda! ¿Hipocresía?
Qué me dicen del atún
de almadraba, pescado con una técnica en teoría cruel. Pues tengo un conocido,
animalista muy activo, con el que he compartido mesa i mantel con este atún más
de una vez. ¿Hipocresía?
Y ya no hablo de aquel
que, opositor empedernido de las corridas de toros, era cliente (no sé si aún
lo es), de aquella parada del mercado de la Guinagüeta que sólo vendía toro de
lidia. ¿Hipocresía?
Realmente hay gente
comprometida con la lucha por los derechos de los animales donde la hipocresía
no tiene cabida, y aquí me permito la licencia de actuar de manera localista y destacar,
por ejemplo, labores como la que realizan Galgos 112 o Progat, que sí se mueven
por los derechos de los animales, aunque podamos diferir der algunos conceptos
que marcan los límites del maltrato o/y la crueldad.
Bueno, yo podría explicarte la extrema hipocresía de mi cuñada, super amante de los animales, que mientras comparte en facebook imágenes a favor de la adopción de mascotas, cuando el perro es para ella se gasta un pastón en un perro de "raza". Ese perro se murió, al tiempo que mi perra (una "mil leches" adoptada que es un poquito golf ulla y se echó un novio en el camping a escondidas)paría ni más ni menos que 12 cachorros, que yo tuve que amamantar con biberones (ella no desarrolló leche) y regalarlos, pues yo no podía tener 13 perros en casa. Así que decidí regalarle un cachorrito a mí cuñada, pues quién mejor que ella para cuidar de mis cachorros que necesitaban AYUDA Y HOGAR. Pues sabes qué hizo?, rechazó el perrito, y un mes más tarde se compró un Dogo Alemán.
ResponEliminaPor tanto, hipocresía animal?, mucha!.
Saludos