Hoy serán más de 8000 municipios del Estado español los que
constituirán sus ayuntamientos, y también hoy más de 8000 alcaldes serán
investidos como tal.
Una parte de ellos hoy podrán recibir la “vara de mando” y a
cambio, ratificarán su compromiso con la ciudadanía a través del programa con el
que concurrieron a los comicios electorales, a manera de hoja de ruta para toda
la legislatura (eso solo puede hacerse bajo mayorías absolutas, que pocas hay);
y otra gran parte recibirán ese “cetro” mostrando un “acuerdo de Gobierno” fruto de necesarios
pactos con otras fuerzas políticas que, “a priori”, les permite afrontar una
legislatura con estabilidad.
Pero ha surgido otro volumen importante de alcaldes, por lo
que aparece y anuncia la prensa, que serán investidos bajo una figura que, a mi
modesto entender, roza el fraude electoral, como es la de aquellos que hoy solo
van a poder mostrar un número de votos prestados por otros partidos que, bajo
un denominado “acuerdo de investidura”, les permitirá recibir la preciada
enseña.
Claro, aquí no hay compromiso de ningún tipo; no hay una
hoja de ruta marcada con propuestas serias; aquí no se sabe cuáles serán los
objetivos del nuevo Gobierno y de qué manera se articulará ese ejecutivo para
alcanzarlos. Aquí solo hay buenas intenciones y una interpretación torticera de
la voluntad de la ciudadanía.
De base, con los acuerdos de investidura, entiendo que a los
ciudadanos y ciudadanas se nos ha usurpado el derecho a opinar sobre nuestras
inquietudes o prioridades, prostituyendo el propio resultado de las Elecciones
Municipales del pasado 24 de mayo cuando sí, legítima y democráticamente pudimos
optar sobre lo que creíamos que mejor respondía y respondería a nuestros
intereses.
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