Según
el diccionario, prevaricar es un delito que se comete cuando una autoridad dicta
una resolución arbitraria en un asunto administrativo, sabiendo que esa
resolución es injusta.
Como
creo que el entender un acto como injusto es una cuestión que, en cuestiones
laborales, puede ser subjetivo al igual que interpretar la arbitrariedad, puedo
afirmar o, mejor dicho, quiero afirmar, que he cometido prevaricación en el
ejercicio de mis funciones como Concejal del Ayuntamiento de Sant Feliu de Guíxols, en
relación a mis actos que han afectado a los trabajadores y trabajadoras; de
igual modo que lo he hecho en funciones de cuadro sindical, pero esto es otra
historia. Y lo más jodido es que lo afirmo con orgullo, afrontando a cara
descubierta todo lo que pudiese venirme encima.
Porque
he prevaricado cuando, interpretando la normativa legal vigente, he autorizado
a que una trabajadora “disfrutase” de una excedencia o permiso no retribuido
con reserva de puesto de trabajo y tiempo no determinado, por cuestiones relacionadas
con actos de acoso de difícil constatación legal. (Este fue mi primera acción “prevaricadora”
en el 2007 al “aterrizar” en el Ayuntamiento de Sant Feliu de Guíxols).
Porque
he prevaricado también cuando, para evitar confrontación y posibles situaciones
de conflictividad i enfrentamiento físico, he accedido una movilidad funcional disfrazándola
de forzosa por cuestiones de servicio.
Porque
también puede considerarse como prevaricar, no tener en cuenta informes psiquiátricos
que apuntaban a un posible desenlace de violencia (hasta con armas), a fin de
no provocar el despido inmediato de un trabajador.
Porque
sí, he prevaricado cuando para dejar sin efecto una dimisión técnica, al creer presentada
en un momento crítico de crispación que hubiese provocado un posible despido,
autoricé unos días de permiso para calmar los ánimos laborales y políticos, lo
que generó una denuncia contra mí, sin comerlo ni beberlo, por malversación de
fondos públicos que después fue retirada.
Porque
también puede considerarse como prevaricación el haber convertido en personal
laboral a más de 30 trabajadores en situación precaria por trabajar en contrato
administrativo o de servicios, o sea, sin derechos laborales.
Porque
si prevaricar es regularizar y consolidar las retribuciones de los
trabajadores, sin supeditarlas a horas extras o a irregularidades horarias,
pues sí, he prevaricado.
Porque
he prevaricado al consolidar, mediante documento firmado por mí, puestos de
trabajo ocupados en situación de interinaje o temporalidad durante años, y a
días de que el equipo de Gobierno, que mediante moción de censura quería
acceder y accedió al poder, quería eliminar de un plumazo.
Porque
he prevaricado al aplicar sistemas retributivos ligando su percepción a la
realización efectiva de trabajos, dando estabilidad salarial a los trabajadores
municipales que, además, eran los peor retribuidos.
Porque
también he prevaricado al haber impulsado y hacer efectivo, por ejemplo, protocolos
para actuar contra el acoso laboral, sexual o psicológico.
Y
muchas más acciones que me permiten sentirme orgulloso de haber “prevaricado”
en beneficio de los trabajadores y trabajadoras del Ayuntamiento y, por ende,
en beneficio de los ciudadanos.
Aunque
es cierto que me siento asimismo orgulloso de no haber caído en la tentación de
ceder a la presión de algunos que, a lo largo de este tiempo, se han presentado
en mi despacho para plantearme cierto chantaje político.
I
en este caso, como anécdota, quiero recordar la acción de un trabajador que al
día siguiente de que el PSC ganase las elecciones municipales hizo efectiva su
militancia en este partido, comunicando a los dos meses su baja inmediata si yo
no accedía a poner un adorno más en sus galones.
Aquí
no prevariqué, y mi fallo fue no haber puesto en conocimiento este hecho en
manos de quien fuese preciso. Eso me costó un ataque personal constante (eso
sí, siempre desde un cobarde anonimato) y sufrir una contrastada fuga de
información hacia la oposición municipal, que luego también fue traicionada.
Pero
sí, reconozco, atendiendo a la subjetividad conceptual de la arbitrariedad y de
la injusticia que rodean los actos de prevaricato, repito que conscientemente y
de manera constatada y contrastada, he prevaricado en beneficio de los
trabajadores y trabajadoras, como corresponde a quien milita en un partido de
izquierdas como el PSC y a un sindicato de clase como la UGT y por ello aviso,
que dentro de los márgenes que siempre me permita la legalidad vigente, continuaré
haciéndolo.
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