Es peligroso que
el ocio se convierta en la única actividad de una persona; es como
profesionalizar el no hacer nada y, según mi opinión, no es esta la actitud natural
del hombre que necesita siempre estar en permanente estado de actividad.
La coyuntura social
y económica actual facilita, y en muchos casos obliga, que lo antes
considerado como hobby, que era en la válvula de escape de las
obligaciones cotidianas, se haya convertido en la única manera de ocupar el
tiempo, unificando ocio-trabajo o, lo que es peor, convirtiendo el ocio en
ocupación, con la frustración que implica trabajar sin remuneración alguna.
Recuerdo cuando,
en una anterior crisis hace ya algunos años, la petanca se convirtió en la “profesión”
de muchos de los ciudadanos que sufrían la precariedad social y laboral del
momento. En todas las zonas donde era posible, la administración - yo creo que
de manera intencionada y harto interesada - habilitaba zonas para practicar ese
deporte, porque era una manera aparentemente inofensiva a la vez que perversa,
de desviar la atención de la complicada situación.
Ahora, el relevo
a la petanca lo ha tomado internet, vertiendo información que el ocioso ya
profesional graba en su cerebro de manera indiscriminada (siempre
generalizando) como si de un gran disco duro se tratara, pero llevándolo a
creerse la persona con más conocimiento del mundo sin pensar que la
información, para ser útil, debe ser procesada. (hardware-software).
Y para vencer esa
autocomplacencia, que acaba siendo frustrante de manera irreparable, ahí está
el teclado i las redes sociales para compartir, como si de sexo virtual se
tratara, aquello que el onanismo no logra "retribuir" plenamente.
Uno navega por Facebook
y se encuentra con aquel que, ya a primera hora ha leído toda la prensa digital
y, como de si de una carrera se tratara, intenta ser el primero en copiar/pegar
noticias y emitir todo de tipo de opiniones y sentencias sobre la actualidad
(preferiblemente política), esperando con avidez que a lo largo del día tengan alguna
respuesta que le permita entrar en un debate, donde únicamente él pueda estar en
posesión de la verdad; donde el discrepante podrá ser vapuleado cruelmente; o bien quedando a
la espera de que alguien le diga “Paquillo, eres único, cuánto sabes!!!”,
entrando en una especie de orgía virtual donde participan también otros “ociosoprofesionales
con disco duro de menor capacidad”
No haciendo nada positivo
demuestran, fehacientemente, que no tienen nada que hacer y, lo que es más
grave, que no tienen intención de hacer nada más de lo que no hacen, es decir,
nada, o mejor “nada bueno”, salvo la crítica destructiva que, normalmente
esconde con cinismo profundo, sus propias vergüenzas, penurias y
contradicciones.
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