Cremallera: (hombre-mujer-hombre-mujer-…)
o (mujer-hombre-mujer-hombre-…) Este es el sistema que se propone para
confeccionar las listas electorales del PSOE, haciéndolo extensivo, por
imperativo legal, a todas las candidaturas que concurran a unos comicios
electorales.
Y he de decir que
no estoy de acuerdo.
Después de años
de lucha para conseguir la igualdad de oportunidades y de derechos entre
hombres y mujeres; después de conseguir que el género no sea un factor de
discriminación normativo; después de la obligación legal de que en la mecánica
representativa estén representados ambos géneros de manera igualitaria, creo
que cualquier tipo de movimiento obligacional, como el que propone el PSOE, es
reconocer un verdadero fracaso en la aplicación de políticas de igualdad y
retroceder significativamente en el tiempo.
La mujer, como el
hombre, debe tener la posibilidad de acceder a cualquier responsabilidad que
pueda desempeñar, en situación de igualdad, sin que el sexo o las situaciones
específicas que del género puedan desprenderse (que las hay) sean impedimento
para ello.
Es quien ejerce
una responsabilidad, sea hombre o mujer, quien debe tener toda la sensibilidad
para reconocer esas peculiaridades específicas que pudiesen mediatizar el
acceso o el desarrollo del otro sexo a cualquier responsabilidad política,
social o profesional.
A nivel personal
afirmo que nunca me ha importado que mi “jefe” sea una mujer, sino todo lo
contrario. De la misma manera que tampoco me ha importado pertenecer a un
equipo donde la mayoría de integrantes hayan sido del género femenino. En un
mundo profesional como el mío, donde la mujer ha tardado en integrarse
plenamente, siempre he intentado que las mujeres formasen parte de los equipos
de dirección a los que he pertenecido o dirigido, mucho antes de que las
organizaciones sindicales o políticas se marcasen como obligatoriedad esa
integración.
Pero, asimismo,
siempre he intentado que la mujer que se integrase en mi equipo tuviese la
capacidad necesaria, así como la voluntad, para desarrollar su función, al
margen de cuotas de presencia.
Por ello, ahora
que deberíamos haber superado situaciones de discriminación por razón de
género; ahora que ya no debería tener importancia el número o el porcentaje de
mujeres o hombres que forman parte de un equipo; ahora que las cuotas de presencia
en listas o consejos deberían haber desaparecido; ahora que las situaciones de
desigualdad deberían ser como enfermedades ya erradicadas, creo un craso error ahondar
en la discriminación, aunque se la quiera vestir de positiva, apostando por un
sistema “cremallera” contra el que creo se debe ser beligerante, por entender que
escenifica un paso atrás en cuestiones de igualdad de género.
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