Sí, ya soy un presuntamente
culpable.
Únicamente por el simple hecho de dedicar parte de mi tiempo personal
y familiar a desarrollar alguna actividad política, ya me coloca en la
obligación de demostrar, más allá de toda duda razonable, que soy susceptible
de caer en las redes de la corrupción.
A partir de ahora,
dedicarse a la política, de no remediarse lo contrario, lleva implícita la
renuncia tácita a una de las posesiones que más debe valorar el ser humano: la propia
intimidad, vulnerando, asimismo, el derecho a la intimidad que tiene su
entorno.
Porque parece ser que de
este elemento tan simple, hacer pública la propia intimidad, depende que la
fractura existente entre ciudadanía y políticos desaparezca. Como si los
políticos no fuesen ciudadanos, y como si la política fuese sinónimo de
delincuencia!
No tengo nada que
esconder i mis posesiones, mínimas, responden en todo caso, al esfuerzo
personal y del trabajo profesional de mi familia.
Administrativo, autónomo,
funcionario, pescadera, paleta, pintor, profesor son algunas de las profesiones
que podrían haber contribuido al patrimonio familiar común y ahora, por el
hecho de que algún miembro de esta familia se dedique a la política, aquello en
lo que han decidido invertir se convierte en elemento de análisis y debate
público.
¿Es justo que exponga a
juicio público, por ejemplo, si compartiese con mi hijo, cuñado, esposa, hermana
o sobrina, por ejemplo, un depósito bancario que hubiésemos decidido contratar,
hace ya algunos años, para disfrutar de una merecidas vacaciones en la otra
punta del mundo?
¿Es justo que mi contribución
a un Plan de Pensiones sea objeto de debate público, o que mi capacidad de
ahorro, por ejemplo, deba ser cuestionada por mi vecino del quinto?
Desde luego, no es
justo. Porque es injusto que alguien dude de mi honradez y que me considere
presuntamente culpable de una acción delictiva por el mero hecho de dedicar
parte de mi tiempo a la política ocasional, y porque algunos personajes de
constatada y contrastada falta de honradez hayan decidido faltar a la confianza
que los ciudadanos habían puesto en ellos, colocándonos injustamente a todos al
mismo nivel.
En el ejército decían
aquello de que “el valor se le supone”, y creo que en política “la honradez también
se debe suponer”, y al igual que en el ejército una deserción o una falta de
demostración manifiesta de valor es punible i conlleva una pena, la falta de honradez
en política, contrastada y no supuesta, debe ser punible y merecer que caiga
sobre ella todo el peso de la ley, porque no estaríamos hablando de un acto
meramente delictivo, sino porque sería y es un grave acto de traición hacia la ciudadanía.
Ahora esos políticos de
alto nivel, “primeros espadas” ya consolidados en la vida política, cuyo “modus
vivendi” es el desarrollo profesional de la política, intentan liderar esa
llamada “regeneración” política amparándose en la supuesta trasparencia que
representa hacer público su patrimonio declarado, al objeto de demostrar su
honradez, como si anunciar lo que “declaran” legalmente fuese garantía de que
no tienen ninguna posesión más.
¡Y lo hacen como si esto
fuese una novedad!, cuando ya hace algún tiempo, por ejemplo, algunos políticos
publicaron (entre ellos yo), cuales eran sus fuentes de ingresos a través de
una declaración de actividades.
Claro, con esta acción
de aparente honradez y transparencia esconderán que su verdadera falta de
honradez no se manifiesta en lo que tienen o en lo que invierten el fruto de su
trabajo, entre el que cabe la política; con esta acción intentan esconder la
falta del cumplimiento de su compromiso electoral que, a mi modo de entender,
no deja de ser un vulneración contractual con toda la sociedad, lo que debería
ser considerado como delito de cohecho, prevaricación o malversación de fondos
públicos imputable a todos aquellos que participen.
Desde luego, por
responsabilidad personal y familiar, no voy a renunciar a mi derecho a la
intimidad haciendo una declaración de presunta culpabilidad previa, para que
algunos ya presuntos delincuentes con clara imputación legal maquillen, que no
escondan porque ya no pueden, sus vergüenzas.
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