Con la satisfacción
enfermiza de aquel que vomita un exceso de alcohol ingerido en los bares donde
se bebe sin sed, y rodeado por la casposidad de la derechona más rancia, hoy
oronda por su reciente hegemonía, ponía en evidencia el engreído perro flauta un
clerical y ya anunciado antisocialismo que, desde el 11 de junio de 2011, ha cruzado
los límites del localismo para emular a su desaparecido líder del “unagrandeylibre”
y actuar creyendo que la divinidad lo ha tocado para asumir metas más altas.
Se sospechaba, aunque
otros tenían la certeza, que su cacareado apoliticismo no era más que una
máscara veneciana para esconder la verdadera faz de quien no cree en el
sistema, en este caso de libertades, y quiere visualizar una falsa equidistancia
con los partidos políticos aunque, paradójicamente, se valga de uno propio para
poder lanzar sus exabruptos con impunidad.
No duda,
escondiéndose tras una armadura de auto supuesta honradez y erigiéndose en
adalid de sí mismo, hacer del Ayuntamiento su campo de batalla personal y, con
el único objetivo de entorpecer la buena marcha del municipio, lanzar retos a
la confrontación sin importarle que el daño colateral de su infame actitud es
la propia ciudad que él presume de defender.
Y con almidonado porte,
más propio de engominados cabellos y de pechos azules surcados por acangrejadas
saetas de los años 40 del pasado siglo que de la naturalidad que debería
prevalecer en la política local, el individuo intenta demostrar compromiso
cuando lo que traslada es, únicamente, odio y frustración.
Seguro que le reconcome
las entrañas que unos “simples rojos” (como algún apergaminado de sus
seguidores ha tildado a los socialistas) no hayan aceptado su oferta para ostentar
el bastón de mando a cambio de unas paellas.
Con la misma
seguridad también, esas entrañas deben entrado en un estado de shock doloroso cuando
estos “rojos”, negándose a aceptar una de las propuestas más vergonzosas que se
puede hacer a un político, pusieron de manifiesto un estigma de la traición que
el susodicho lleva interiorizado y del
que, de manera harto inconscientemente consciente, de vez en cuando hace uso y gala.
Y no duda en
utilizar la cobarde insinuación, rayana a la difamación personal, profesional y
política para provocar crispación y así
calmar el dolor que le produce el desmesurado odio y rencor que lleva acumulado
desde el 22 de mayo de 2011.
Y eso es
intolerable.
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